ICE |
INSTITUTO DE CAPACITACIÓN ECONÓMICA |
El DICTADOR DEMÓCRATA no es un escrito utópico. Aunque es obra de la imaginación, no es utópico porque el protagonista da a conocer el medio que utiliza para lograr una substancial transformación de la sociedad a la que debe gobernar. Imprevistamente, por decisión de gente a la que se supone recién salida de un orden injusto y por lo tanto ignorante de los principios de orden constitutivos de una sociedad humana, debe darle los fundamentos jurídicos de contenido económico necesarios para establecer una democracia duradera por sustentarse en una sociedad integrada por hombres libres con iguales oportunidades para ganarse el pan.
Es importante hacer esta consideración previa, porque somos propensos a confundir toda obra de imaginación con utopías. Las obras del género utópico, si bien explícita o implícitamente proponen cambios de instituciones sociales fundamentales, desde LA REPÚBLICA de Platón hasta otras más cercanas a nosotros, como la UTOPÍA de Tomás Moro (1517), LA CIUDAD DEL SOL de T. Campanela (1620), THE COMMONWEALTH OF OCEANA de J. Harrington (1656) o CODE DE LA NATURE de Morelly (1755), aunque consideradas interesantes, no son tomadas como descripción de un mundo futuro factible, sino como uno, total o parcialmente deseable, pero ajeno a toda realización. De ahí que "utópico" equivalga a irrealizable. La desvalorización no proviene de que el nuevo orden propuesto sea producto de la imaginación, sino del hecho que el proponente no da razón del medio a utilizar para alcanzar el nuevo estado de cosas que propone. No es este el caso del DICTADOR DEMÓCRATA. Al contrario, si hay algo que destaca a esta obra es que el anónimo protagonista describe, de manera explícita y categórica el instrumento de que se vale para que sus compatriotas constituyan una sociedad ideal de hombres libre e iguales: recaudar la renta económica del suelo como único recurso del Estado y eliminar todos los impuestos. Por lo tanto estamos frente a una obra producto de la imaginación, pero no utópica.
La teoría en que se funda nuestro dictador demócrata, pese a su escasa aplicación en la actualidad, tiene muy antiguos e ilustrados propulsores. El corazón de la teoría el principio fundamental consiste en reconocer que la Tierra, con mayúscula si aludimos al planeta, con minúscula si por "tierra" entendemos la naturaleza, es un don de Dios. No es necesario ser creyente; basta con mirar los hechos desde el punto de vista más material y positivista que se quiera, para tener que admitir que la Tierra no es algo creado por los hombres sino algo dado a todos y para cada uno de los seres humanos, si es que han de gozar del derecho a hacer su vida en este mundo. El derecho a la tierra equivale al derecho a nacer. Ya en varios pasajes del las Sagradas Escrituras se repite lo que en forma explícita Yahvé declara ley para los hombres: "El suelo no puede venderse a perpetuidad, pues mía es la tierra, puesto que vosotros sois para mí como extranjeros y peregrinos" (Levítico, 25:23). Principio de orden fundamental que se encuentra en las más diversas culturas, siempre en pugna contra el egoísmo y la codicia de aquellos "peregrinos" que por haber llegado primero al río inventan ser los únicos con derecho a beber el agua fuente de la vida. Muchos siglos después de Moisés, en 1854, el jefe indígena norteamericano Seattle sostendría el mismo principio moral al rechazar la oferta de compra del territorio indio hecha por el presidente Piercey de los EE. UU. En nuestro país, gracias a la traducción de los fisiócratas franceses hecha por el insigne Manuel Belgrano, ese pensamiento campeó entre los revolucionarios de Mayo y, a su manera, fue receptado en la olvidada Ley de Enfiteusis de 1826, con la que la Argentina pasó a ser el primer país del mundo que tradujera aquel principio moral en precepto legal. La sana ley de enfiteusis argentina fue perjudicada en sus fines a partir de los hechos de 1828, mediante un escandaloso fraude legis mediante el cual unos pocos, por monedas, acapararon las mejores tierras. Fue finalmente derogada en 1858 por quienes la usufructuaron so pretexto de ser "comunista" (sic). En 1865, sin mencionarla siquiera, se implantó para la apropiación del suelo el puro derecho romano de propiedad, según lo expresa de puño y letra Vélez Sársfield en la nota al art. 2503 del Código Civil. Este régimen de apropiación del territorio patrio, sin un sistema que recaude la renta económica de la tierra, es el que tiene paralizado al crecimiento argentino en todas las esferas de la vida.
Aunque nuestro demócrata dictador no lo nombra, pocas dudas caben que se ha inspirado en el pensador que más profundamente desarrolló, desde el punto de vista social y económico, el principio moral de igual acceso al suelo para todos los hombres. Me refiero a Henry George (1839-1897). El maduro pensamiento de George, contenido en su libro PROGRESO Y MISERIA, se expandió a fines del siglo XIX por todo el mundo con gran perspectiva de éxito. Los intereses creados, la guerra 1914-18 primero y la 1939-45 después, con el subsiguiente distorsivo enfrentamiento "capitalismo vs. comunismo", vigente hasta recién, sumergieron su luminoso pensamiento. La concepción de George gravitó en dirigentes tan distantes, geográfica y culturalmente, como Sun Yan Sen, adalid de la revolución de la China y el argentino Roque Sáenz Peña, quien en 1912 envió al Congreso de la Nación el proyecto de reforma impositiva necesario para que funcionara "el voto secreto, universal y obligatorio". Este último prosperó mientras aquél, lamentablemente, pese a la lucha de hombres tan esclarecidos como el diputado nacional Carlos Rodríguez, fue enterrado con el insigne presidente. A partir de entonces cojea nuestra democracia.
El libro que el ICE pone en su sitio de Internet, para que todos los interesados en la principal cuestión del momento la cuestión de la pobreza, la recesión y los impuestos puedan leerla, deriva de uno anterior que habría escrito alrededor de 1896 alguien cuyo nombre hoy ignoramos. Es en 1934 cuando dos australianos Lewis A Berens e Ignatius Singer lo resumieron en su forma actual. No hay constancia cierta de aquel origen, lo cual no invalida para nada la importancia de la obra. ¿Acaso los principios y los teoremas de Euclides perderían validez si nos enteráramos que no fue Euclides su autor?
Quienes ingresen al sitio del ICE podrán leer el libro en castellano gracias al esfuerzo de dos personas cuyos nombres deben ser mencionados. Uno, es el señor Germán Lema, a quien no tengo el gusto de conocer personalmente, radicado en Colombia, pero de quien he recibido un e-mail declarándose "georgista" desde 1971. Cosas de la electrónica. Lema habría hecho la traducción en primera versión. El otro es Josep Soler i Corrales, persona de extraordinarios quilates morales e intelectuales que sin perjuicio de dirgir el Centre d'Estudis d'Economía Natural en Barcelona, pulió detalles de la traducción y la paso en blanco y negro en su computadora personal. Pero que el lector pueda bajar gratuitamente el libro de nuestra sitio tiene que agradecerlo a un incansable trabajador en este nuevo medio de comunicación: al ingeniero Eduardo Salom.
Una advertencia final. Bajo la sencillez aparente de los diálogos sostenidos por el Dictador con cada uno de los sectores que reaccionan frente al cambio, subyacen conceptos económicos, morales y jurídicos fundamentales. Me permito hacer esta advertencia pensando en algún lector que pueda sentirse contrariado por algunas tajantes afirmaciones y tienda a dejarlo de lado molesto por la dureza de ciertas declaraciones. El lector no debe olvidar que el protagonista pretende realizar una transformación que requiere cambiar lo más resistente al cambio: creencias instaladas por tradición. Este hecho requiere ser extremo en las afirmaciones. En vista a esa posibilidad me permito sugerir que en lugar de desprenderse airadamente del trabajo, termine de leerlo, lo deje reposar y ensaye luego una segunda lectura. Piense que, en verdad, una de las cosas que buscamos es remover el pensamiento cliché que domina en el panorama actual.
Dr. Héctor Raúl Sandler
Director del Instituto de Capacitación Económica
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